12 de octubre de 2009

CARTA DE UN DISIDENTE


SIN DAR TIEMPO AL TIEMPO

Una respuesta al atropello perpetrado contra Ediciones Nueva República.

Jordi Garriga, director de la revista Nihil Obstat y de la colección de libros Europa Rebelde, de Ediciones Nueva República.

Hace casi ocho años que colaboro con las Ediciones Nueva República, junto a su gerente, Juan Antonio Llopart.
Ahora podría iniciar una exposición laudatoria de Juan, hablar del honor que supone colaborar en esta editorial. La grandilocuencia típica…
Pues en todo caso prefiero decir que Juan es un hombre normal, normalísimo. Lo único que puedo decir que le diferencia de muchos, es que lleva años aguantando y trabajando para que podamos, todos, beneficiarnos de algo muy importante: la libertad de pensamiento. Y la libertad de pensamiento es la pieza que no encaja en el entramado totalitario de la democracia de los simios, resultado final y lógico cuando se piensa al ser humano en términos estomacales.
Como la pieza no encaja, se la golpea, se la modela, se la intenta modificar para que acabe encajando. Los golpes se infligen a la cuenta corriente, al entorno social del descarriado, a su imagen pública, a sus medios de subsistencia. Al estómago en definitiva.
Porque al final todo se reduce a un castigo ejemplar: creen que castigando públicamente a un cabecilla, la horda que le sigue se dispersará, o se mostrará más sumisa. Pero se han equivocado de especie. Los castigos ejemplares suelen tener consecuencias imprevisibles… Pues apuntar al estómago sólo duele a quienes han hecho de ese órgano el centro de su vida. Para los que, como Juan, han hecho del espíritu, de los valores, el centro de la vida, esos golpes duelen, sí, pero no desvían ni destruyen su camino.
La persona física que somos todos, puede desfallecer. Juan, en este momento, podría decidir una retirada. Ninguno de nosotros tendría el suficiente valor moral o ético para reprochárselo. Ha hecho más de lo que cualquiera de nosotros podemos exigir a los demás. El ejemplo y el valor seguirían. Nuestro mundo no está atado a ningún valor materialista, individualista… Para nosotros la vida individual solo tiene valor como tal si se entrega a una noble causa, que sepa elevarla al máximo. Y cuanto más quieran hundirle, más le elevarán en realidad.
Pero aparte de todo esto, Juan no está solo. Si le destruyen, y me refiero a su cuerpo, a su vida terrenal, otros seguiremos ahí. Y seguramente también nos destruirán si pueden, aunque siempre, siempre, errarán el tiro: porque al espíritu, al valor, al pensamiento, al honor, a la dignidad, no se les puede ni matar, ni controlar.
Todos debemos asumirlo: hemos de estar dispuestos a estar en el lugar de Juan en cualquier momento. Aquel que crea estar a salvo en realidad no lo está. No lo está como individuo, pero sí como persona, como miembro de la milicia que somos al servicio del pueblo y la nación. No somos una horda de simios dispuesta a arrastrarse en busca de comida, sino que somos aquello que loaba Miguel de Cervantes en el capítulo XXXVIII del Quijote: “Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar; y si este también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes”