16 de mayo de 2009

Sobre el atomismo social

Antagónicamente opuesto a la idea de cohesión comunitaria, nos encontramos con el atomismo social, la forma más fría de individualismo que el capitalismo es capaz de engendrar: La presentación de la sociedad como un cúmulo casual de individuos que nada se deben o comparten, un aglomerado de personas sin características comunes entre ellos, incapaces de conceder idea de autoconciencia o identidad más allá del nivel personal.

Pero ante la pregunta de “¿Es legítimo implantar un atomismo social?” debemos examinar ante todo la realidad social en la que vivimos, pues es la realidad y no la voluntad interesada de los lobbys financieros quien debe diseñar la estructura social de una comunidad. La nación tal y como la comprendemos, es la concepción de estructura comunitaria opuesta al atomismo social, donde se abarcan diversos rasgos que delimitan el concepto de una nación con otra distinta.

Toda nación esta definida por al menos una de las cinco propiedades características que es común entre todos sus conciudadanos: Lengua, Historia, Raza, Religión y Cultura. A mayor diferencia entre diversas identidades colectivas, mayor facilidad para identificar el alcance de la nación. De nada sirve contrariar las realidades evidentes que supone la existencia de dichas diferencias, sin embargo es fundamental no eclipsar alguna de estas diferencias en favor de definir con mayor claridad una nación de nivel superior (es decir, homogenizar los diversos pueblos españoles por tal de consolidar el sentimiento de nación española, por ejemplo).

La existencia de diversos niveles de nacionalidad es -para bien o para mal- un hecho, del mismo modo que el sentimiento de pertenencia y lealtad hacia los grupos sociales a los cuales pertenecemos son un hecho intrínseco al ser humano desarrollado desde los más remotos tiempos. Ya desde la prehistoria el ser humano ha demostrado a lo largo de la historia el deber de proteger aquello que le pertenece, no solo material e individualmente sino también cultural y socialmente, no importa si hablamos de familias, clanes, intereses religiosos o identidad nacional, la fidelidad en defensa de aquello que nos representa siempre se ha mostrado incondicional y ha desembocado en infinidad de ocasiones en acontecimientos bélicos.

Retornando de nuevo a la cuestión “¿Es legítimo implantar un atomismo social?” tras haber estudiado sus características y la naturaleza humana, podemos afirmar que se trata de una realidad ficticia de carácter puramente cosmopolita (y por ende afín a políticas internacionalistas que busca los intereses de ciertas élites políticas) que poca -o ninguna más bien- afinidad puede encontrar con las exigencias naturales del ser humano. Es por tanto el libre desarrollo del sentimiento nacional (independientemente de su alcance [regional, español o europeo]) una expresión íntima a la personalidad del hombre cuyo aplacamiento debe ser considerado un acto contranatural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario